El mandato sonó como un trueno en el firmamento despejado:
Llenen la Tierra y sométanla.
Tengan autoridad sobre los peces del mar,
Sobre las aves del cielo
Y sobre todo ser viviente
Que se mueve sobre la tierra.
Era la tarde del día Sexto
Y el que Les hablaba vio que todo cuanto había hecho era bueno.
Ellos eran dos, o tal vez sólo un puñado
Pero el rencor se aprestaba para herir al grupo
Y no pudieron ejercer la autoridad mandada
Pues la Naturaleza se burlaba de esos pocos
Los peces les eran esquivos
Las aves huían de su presencia
Y los seres terrestres los enfrentaban
Con cuernos afilados y garras desafiantes.
Así fue el principio, urgido de impaciencia
Enseguida vinieron los días grises
De luchas y conquistas
De sangre derramada y de bosques desvastados
Y hoy aquí parados frente a la Naturaleza vencida
Recordaron el Mandato
Y algunos comprendieron que la autoridad otorgada
Fue malentendida desde el Principio
Que debían llenar la Tierra de Belleza y Alegría
Que para someterla debían primero amarla
Y que la autoridad era primero ejemplo
Ya no necesitaban regresar a doblegar al ángel guardián
Ni extinguir la llama de su espada amenazante
Sino que el Jardín estaba allí
Detrás de sus casas
Génesis, 1-28
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